Escribí Relojes Antiguos, cuando mi hijo tenía siete añitos. Era mi pequeño duende, y lo sigue siendo a pesar de las horas transcurridas. Una tarde de finales de otoño, lo vi jugar debajo de la mesa. Estábamos en nuestra biblioteca, y lo llamé. Sin dudarlo se acercó a mí: qué papa, qué, fueron sus palabras antes de abrazarme. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y contuve las lágrimas. Me pregunté qué sería de él cuando no fuera un niño que jugaba despreocupado con sus juguetes de madera.
De repente, sentí miedo y visualicé la historia que escribiría, y que titulé Relojes Antiguos. Cartas con las que he llorado y reflexionado. Cartas que han supuesto uno de mis mayores desafíos literarios por su complejidad emocional y escénica. Y después de tantas noches de lecturas y correcciones, el manuscrito ya es un libro que muy pronto publicarán las editoras de Relieve.
Keith W. Rowland, autor de La leyenda del arquero.
Salamanca, 7 de febrero de 2024