Los orígenes de Mantis Religiosa

Surgió por dos acontecimientos aleatorios e inesperados. El primero sería cuando estaba escribiendo KARMA NEGATIVO (la primera novela que empecé a escribir de la pentalogía MANTIS RELIGIOSA, y que será la última que se publique). Cuando llevaba unas trescientas páginas de KARMA NEGATIVO, comencé a tener la sensación de que era una novela muy surrealista, y tuve miedo de que no funcionara (de que el público la rechazara, ya que le faltaba un contexto literario). Quizá fuese porque toda la narración transcurría en el mismo escenario blanco, en silencio y sin límites de espacio. Y ahí estaba el impresentable de Pablo Iglesias, hablando con el guía/consejero de ese lugar terrorífico y a la vez apacible. Y la segunda variable de la ecuación por la que dejé KARMA NEGATIVO oculta en un cajón serían unas declaraciones que escuché de Irene Montero en las que decía que de joven había tenido algún rollete con chicas de su edad. De repente, visioné MANTIS RELIGIOSA. La viuda llegando de la catedral de la Almudena a su nueva casa en La Moraleja. La observé caminando por su amplia habitación, la cama vacía y oculta por la penumbra. Pasaron las horas; y ahí estaba Rowland, contemplando a una mujer que dormía, hasta que a medianoche despertó para admitir que era libre.

Quizá trascurrieran unos segundos; y ya tenía el título, las páginas de presentación, el primer párrafo del primer capítulo en mi cabeza. Sin pensármelo, abrí un nuevo archivo de Word y comencé a escribir sin importarme KARMA NEGATIVO. En esos minutos de locura creativa y excitación, no miré al teclado ni a mi alrededor. Rowland era una silueta en un estado de “trance”. La conexión era absoluta con ese nuevo escenario y personajes desconocidos. Era el único observador. Yo estaba flipando. Y, al cabo de unas horas, ya tenía escritas y releídas una y otra vez las páginas de presentación y una parte del primer capítulo. Es cierto que era un borrador que sufriría muchas modificaciones, pero lo importante es que lo había logrado. No tengo una explicación neurológica; pero la asociación de ideas, temores y búsqueda de una solución sencilla en apariencia para un problema complejo la había encontrado. Gracias a esa revelación y pragmatismo pude entrar en la nueva propiedad de Irene Montero y contemplar lo que estaba ocurriendo. Así funciona mi mente, y así trabajo. Si hubiera esperado varias semanas a terminar KARMA NEGATIVO para dejarlo en un cajón y comenzar MANTIS RELIGIOSA, sencillamente no hubiera podido escribir una sola página. Esa oportunidad de percibir el futuro y transcribirlo o se hace en ese instante precognitivo o desaparecerán todos los fotogramas y sonidos, y será un horrible y borroso recuerdo del pasado.

Yo no soy alguien que se dice: “Voy a comenzar a escribir una novela dentro de un mes”, y tiene esquematizada la historia, porque se ha documentado, y los apuntes en su cabeza y en libretas y, pasado ese plazo, va y se sienta frente al monitor, a una hora y día programados (es una metodología de oficinista que a mí no me funciona). Por el contrario, soy una criatura impulsiva y racional. O aquí y ahora o nunca. ¿Por qué? Porque mi CPU funciona así, no hay otras explicaciones. Y ahora os preguntaréis, si siempre actúo así, ¿qué ocurre con los otros proyectos? Pues que los dejo en modo pausa. ¿Y el motivo? Porque me cuesta menos reiniciar un proyecto ya avanzado; de lo contrario, iniciar un nuevo proyecto en frío es tener un paquete de quinientos folios sin abrir.

También os preguntaréis si alguna vez, en todo ese caos creativo, he dejado un trabajo en un cajón tanto tiempo que no lo he vuelto a retomar. La respuesta es sí, yo no miento, y me ha ocurrido en muchas ocasiones (diría que en todas en las que he escrito una novela; y en cuento infantil, que me falta escribir el último libro). Desde finales del 2015, he sido tan extremadamente creativo que todos los libros de novela, relato, cuentos o poesía y cartas están en cajones. Pero el motivo es otro: en aquellos años, lo único que me interesaba era escribir textos literarios todos los días y noches. Era la única forma de avanzar y tener muchos escritos (no pulidos, pero sí escritos). El problema viene con las novelas, que no las he terminado. Digamos que están en el almacén de las Tareas Pendientes. Para la mayoría de los escritores, sería un sacrilegio. Para mí, es una técnica de trabajo que hace posible que los textos adquieran esa templanza y vejez necesarias para que la costurera y el alfarero que hay en mí puedan aportar lo mejor de esos dos oficios y presentarle al público libros que estén bien escritos, que entretengan y emocionen.

Pero, volviendo a la problemática y bendición de esa locura creativa que en ocasiones sufro, el ejemplo más reciente sería el de CULPABLE (la novela de Pedro Sánchez Castejón, nuestro “querido” presi). Sin ningún estímulo externo concreto (más allá de las decenas de estímulos diarios que recibimos de la prensa, comunicadores digitales y televisiones), tuve la irresistible necesidad de comenzar a escribir una novela en la que él era protagonista: una mala persona y el político más tóxico y manipulador que ha dormido y sigue durmiendo en la Moncloa. Un mentiroso patológico al que lo único que le interesa es ser presidente de España (sin importarle el coste social y económico para sus habitantes).

¿Y qué hice? Apreté el botón de pausa de MANTIS RELIGIOSA (sin que lo supieran las editoras) y escribí durante una semana las primeras cincuenta páginas de CULPABLE; una novela con una técnica narrativa radicalmente opuesta a la de MANTIS RELIGIOSA (ya que está escrita en primera persona y carece de diálogos). ¿Y por qué esa pausa? Porque, dentro de unos días, cuando acabemos las últimas correcciones y MANTIS RELIGIOSA esté fuera de mis manos para siempre, me resultará más fácil seguir escribiendo CULPABLE (una novela que generará mucho más ruido y polémica que MANTIS RELIGIOSA).

Keith W. Rowland

Zaragoza, 11 de abril de 2022

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