LA TRANSFORMACIÓN EN EL ARTE

I

Es un proceso técnico y creativo que se aplica cuando estamos componiendo una pieza musical, escultura, fotografía o texto literario basados en el trabajo explícito de otros autores. A partir de esa definición, la finalidad de ese proceso, en teoría, debería ser modelo de aprendizaje, con el único propósito de adquirir nuevas habilidades y resultados para alcanzar un estilo muy determinado. Pero la realidad siempre está por encima de las buenas intenciones y de la ética, incluso de lo que está bien y de lo que está mal (ya que entre esos dos conceptos existe una amplia escala de grises con la que argumentaremos por qué es necesaria la transformación en el arte o plagio creativo).

En otro artículo, el ejemplo de estudio y análisis que pondremos será el de los textos literarios. Ahora, la disciplina que nos interesa poner bajo el microscopio es la Fotografía, una técnica invasiva y necesaria (en la mayoría de las ocasiones por motivos prácticos o estéticos) en el ecosistema publicitario. Mas allá de ese hábitat, está el Arte (en el sentido más puro del término y objeto de nuestro debate), donde cualquier profesional o intruso ha hecho uso de esa técnica para beneficio propio, sin importar el daño que puede llegar a causar a terceras personas (que son los autores originales de esas imágenes), pues en ocasiones adquieren esas fotografías sin el consentimiento o mención del propietario. En tal caso, es un robo que debería tener su condena ética, económica y social; porque el afectado no siempre demanda ante los tribunales de justicia y pide un reconocimiento moral y una compensación económica (si ha habido lucro), dado que el proceso será muy costoso en tiempo, energía y recursos financieros.

Supongamos que un fotógrafo anarquista (en términos sociales y artísticos) no pide permiso y lo damos por válido, porque para un collage o cualquier otro tipo de composiciones, ha utilizado múltiples fuentes de “inspiración” y en la mayoría de casos desconoce a los autores, porque o bien son fragmentos, imágenes de hace años, o que carecen de todo valor artístico; al menos, ese “transgresor fotógrafo” que no cumple un mínimo de decencia debería hacer una mención específica a los directamente implicados, puesto que son los que han sufrido el robo de las imágenes originales.

El caso más criticable de transformación o plagio creativo, por las formas y porque carece de ética, es el de Richard Prince, un artista muy polémico y transgresor. Desde sus inicios, utilizaba recortes de imágenes recicladas de revistas y periódicos para sus composiciones (nada malo ni criticable si hubiera escrito una nota, aunque fuera con letra muy pequeña, indicando el origen del material en el que basaba todo su trabajo). A consecuencia de ello, entró en un nuevo escenario creativo en el que se vería expuesto por las críticas y demandas que recibiría. Y, en la actualidad, se ha visto implicado en nuevas polémicas por la utilización de fotografías de otros artistas y de hombres y mujeres que han subido sus imágenes a Instagram y que, tras unos poquitos retoques insignificantes (sin ningún permiso), se atrevería a presentar en la exposición “New Portraits”, en la que vendería alguno de esos pósteres por la cantidad de noventa mil dólares. Y ahora plantearé algunas preguntas que deberán responder los lectores: aunque fuese legal, ¿es ético hacer uso de una fotografía sin el permiso de una tercera persona? ¿Tiene algún mérito creativo si apenas han sufrido las fotos originales un simple retoque burdo y superficial? ¿Cuántas diferencias deberían existir entre la foto original y la nueva para no violar el copyright? ¿Cuál es el umbral para considerar que esa nueva fotografía tiene un nuevo dueño? Una vez respondan a esas preguntas, ¿es ético utilizar el trabajo de otro artista y, a partir de ahí, realizar otro similar? A Richard Prince, ¿tendrían que prohibirle exponer en las galerías más famosas de la Tierra? Y la más inquietante: ¿quién es el bobo/cretino que paga noventa mil dólares por una fotografía, de la que Richard Prince no tiene un permiso explícito para uso artístico y comercial? Un detalle importante, para que cualquiera pueda hacer una tirada de mil ejemplares que incluyera las cuatro alteraciones frívolas de la foto original que ha retocado Prince (devaluando, por consiguiente, el valor del póster que un millonario excéntrico y caprichoso compró por noventa mil dólares).

II

Ahora nos centraremos en la web de Relieve y en las imágenes que hay insertadas en todas las zonas visibles. Fotografías que tienen un origen y procedencia lícitos, ya que hemos adquirido los derechos comerciales y de venta. Unos derechos que hay que cumplir y que están indicados en las condiciones legales que cada banco de imágenes especifica en su FOOTER. En nuestro caso, la finalidad es comercial y estética (aunque muchas de esas imágenes podrían exponerse en una galería de arte para su venta, ya que la transformación ha sido tan radical que el único elemento original que queda es la presencia de quienes han sido fotografiados). En la tienda online de la editorial, destacan varias composiciones por encima del resto, lo que le aporta esa apariencia de belleza, lujo y exclusividad que estábamos buscando.

En el caso de MUJER EN LA PENUMBRA, la fotografía original no tiene el aspecto estético, simbólico o representativo que le hemos otorgado después de semanas de trabajo. El fondo negro y extenso, el epígrafe que acompaña a la mujer, los múltiples y sutiles retoques que ha sufrido para lograr la perfección en la modelo hacen que sea una imagen única (y con un simbolismo aterrador y premonitorio) que ya nos pertenece. Y, sin embargo, el fotograma original es de otro artista; y nadie puede negar lo innegable: más allá de las implicaciones legales, no sería ético ocultar que la imagen más representativa de la web es parte de la marca de Relieve, pero que está basada en el trabajo fotográfico de otro artista.

A partir de este umbral, surgen dudas y conflictos morales que vamos a resolver. ¿Es correcta la utilización de material de terceras personas para uso propio, ya sea con una finalidad artística, comercial o publicitaria? La respuesta es sí, por distintos motivos que voy a razonar. Si partimos de la base de que hemos adquirido los derechos comerciales/artísticos con fines publicitarios y, por extensión, para obtener un rendimiento económico directo o indirecto de esa adquisición (ya sea gratuita o pagando) y mencionamos al autor o el almacén desde el que nos hemos aprovisionado (en el caso de Relieve ha sido a través de bancos de imágenes gratuitas y de pago), no hay ningún problema ético ni legal (siempre que se cumplan los requisitos estipulados en los distintos bancos de imágenes). Por lo tanto, la clave está en ADQUIRIR LOS DERECHOS COMERCIALES DE LAS IMÁGENES que vamos a utilizar con fines comerciales y artísticos, y más si van a sufrir pequeñas alteraciones o una significativa transformación (obteniendo una nueva imagen que corresponde a Rowland y a Evans). En el FOOTER hay dos enlaces: una NOTA EXPLICATIVA y el BANCO DE IMÁGENES en el que aparecen los distintos almacenes donde hemos adquirido las imágenes y los derechos comerciales.

Otro rasgo argumentativo por el que estoy a favor de las transformaciones o plagio creativo es que la única forma en la que el Arte, las Ciencias, la Arquitectura, la Literatura o la Música llegan a evolucionar en su máxima expresión y dimensiones es adquiriendo historias, e incluso personajes, tonos, volúmenes, colores, formas y el propio contenido gráfico, para que sufran alteraciones o sirvan de modelo para otros artistas. Así evoluciona el conocimiento humano. Ya ocurrió en la Antigua Roma cuando la Grecia Clásica influyó en todos los aspectos legales, lingüísticos, literarios y religiosos; o en la propia arquitectura, y la sociedad romana adquiriría una magnitud apenas alcanzada por los egipcios. Y seguirá ocurriendo dentro de mil años. Siendo más específico, en otras áreas del conocimiento humano, en la Música y la Literatura, ocurre lo mismo (cuando alguien está aprendiendo el oficio de escribir textos literarios, leemos para detectar ciertos patrones y estilo y después aplicarlos a la escritura que uno pretende desarrollar). Por el contrario, si viviéramos en un planeta en el que las leyes, costumbres y normas sociales, desde las primeras civilizaciones, hubieran limitado las fuentes de inspiración y la innovación de antiguas técnicas artísticas y literarias a nuevas técnicas y enfoques, seguiríamos viviendo en poblados de piedra y barro; y nuestra cultura sería retales insignificantes de civilizaciones frías y apáticas.

Francisco Martín Heredia, coordinador.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                Zaragoza, 15 de abril de 2021    

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