La entrevista libro de Laura 03 es el segundo fragmento de la conversación que he mantenido con Rowland, el propósito es facilitar a quienes lean esta transcripción, una experiencia positiva y agradable, de la conversación que he mantenido con el autor de un libro triste y romántico.
¿Eres de los autores que piensan que, para escribir textos literarios, antes hay que leer muchísimo? Sí, porque al igual que hay oficios en los que se requiere un altísimo nivel de cualificación, para escribir, hay que formarse.
¿Puedes profundizar en la respuesta anterior? Escribir textos literarios con una máxima de calidad narrativa, y conseguir que quien te lea, se entretenga o emocione, ha sido mi único objetivo. Y para conseguirlo, hay que leer muchísimo, y desarrollar esa capacidad de análisis y autocrítica. Y un apunte, en mi oficio, no es suficiente leer libros de poesía, cuentos infantiles, teatro, ensayo y sobre todo mucha novela, si te vas a especializar en narrativa. Para adquirir sabiduría y transmitir ese conjunto de cualidades humanísticas al papel, uno tiene que ser crítico con su entorno y reflexionar. Haber viajado y saboreado la vida en su máxima expresión.
Y, la suma de todas esas variables, hace que un autor adquiera experiencia y conocimientos que se traducen habilidades únicas, para que, así, sus textos consigan una magnitud difícil de alcanzar por el resto de los agremiados. Lo hizo Arturo Pérez–Reverte con El Capitán Alatriste. Y Julio Llamazares con, Luna de Lobo. Ana María Matute, con Pequeño Teatroy Primera Memoria. Miguel Delibes, con su novela, El camino. Gabriel García Márquez, con su obra maestra, El amor en los tiempos del cólera. Y, no me olvido de Isabel Allende, y su primera novela, La Casa de los espíritus.
¿Y qué opinión tienes de quienes escriben novelas más sencillas? Igual que la de un premio Nobel, que recoge un público muy reducido, respeto. Es más, quienes escriben esas novelas que has etiquetado de “sencillas”, el efecto que produce es que nuevos lectores de distintas edades, niveles socioeconómicos y educativos vuelven a leer novela, y ese efecto es positivo para nuestro gremio y el de los editores. Cincuenta sombras de Grey, escrita por E. L. James. Pídeme lo que quieras, de Megan Maxwell, serían dos ejemplos innegables. La conclusión: desconfía de quien desprecia y va de purista, sin haber leído lo suficiente. En mi caso, hasta de los artículos de opinión y de las tertulias literarias, he aprendido.
¿Y hay un límite o siempre estás aprendiendo? Siempre estoy aprendiendo.
¿Puedes poner varios ejemplos? En términos absolutos, de la situación política de España, en los últimos diez años. Y a escala más pequeña, adquiero información de alguien que he conocido al azar, de un documental o película. Pero también es cierto, que si superas un umbral de máximos, que te marcaste desde los inicios, significa que has sido constante y obtenido las cualidades necesarias para escribir bien. Yo tardé una década en llegar a ese umbral, y varios años en atravesarlo. A partir de ahí, reconozco que tengo facilidad para escribir cualquier género literario. Ahora sé estructurar el trabajo y ser más eficiente, mi capacidad de análisis y correcciones ha aumentado, y ya no cometo los errores que cometía haces cinco años.
¿Y esa pasión? La verdad que no lo sé. Lo que sí puedo asegurar, es que veo el mundo desde una perspectiva diferente. Cuando escucho música, siento una conexión especial o la percibo a otro nivel, y ese efecto en mí, hace posible que escriba.