Es cierto que en el capítulo once hay descripciones muy románticas, pero para mí, el que llega a su máxima expresión de belleza y tragedia es el capítulo catorce; y más si tenemos presente el contraste entre el lenguaje poético y filosófico que hace referencia a Inma, y las expresiones urbanas y directas que utiliza el narrador cuando describe las consecuencias de los golpes recibidos tras su última pelea clandestina. Los siguientes párrafos es la constatación de mis afirmaciones:
Sin entrar en muchos detalles, salí de ese templo de la maldad y la violencia con el hombro izquierdo dislocado; quemaduras en las rodillas, por rozamiento con el asfalto, y tres costillas fisuradas. A ese diagnóstico hay que sumarle golpes en la parte frontal del cráneo, en los pómulos, espalda y la negación de que vi lo peor de alguien que ya no se reconocería en ningún espejo, al comprobar sus manos ensangrentadas y los gritos de ira que aún resuenan en su interior.
Lo importante es que el hijoputa que salió andando entre esos coches de lujo y con diez mil dólares en la mochila, es el que está escribiendo estas palabras. Ese sería mi último combate. Jamás he vuelto a descender por esas escaleras, ni he caminado por los pasillos de oscuridad y de deudas que a la mayoría de hombres salvajes y civilizados les entierran sin haber pagado.
A partir de esta muestra, que es el inicio del capítulo catorce, quienes lean los primeros capítulos de Culpable, decidirán cuáles son los párrafos y capítulos que más les han gustado o impactado. Ya que aseguro, aquí y ahora, que hasta las personas más “fanatizadas” si son honestas, tendrán que reconocer que Culpable ha sido una lectura que no se esperaban por la historia de amor entre Inma e Izan y las reflexiones del presidente.
Keith W. Rowland
Salamanca, 11 de abril de 2024