ESCRIBO ESTA SEGUNDA RESEÑA

I

Escribo esta segunda reseña de Culpable, porque les tengo que hablar de las sensaciones más personales de los primeros capítulos de Rowland, pero sin obviar mis gafas de correctora profesional. Lo que más me llamó la atención del inicio de la novela sería la siguiente frase: La mañana de mi absurda y trágica muerte, tenía la certeza de que iba a ser el inicio de un fin de semana inolvidable, con una escort de lujo que medía un metro ochenta sin tacones.

Aunque nadie leyera el texto de la contraportada ni fuera un friki de la literatura, la anterior frase, que marca el principio de la novela de Rowland, es una declaración de intenciones por parte del narrador. ¿Por qué? Porque nos está hablando alguien que ha muerto, y no sé, pero a mí me llamaría y me sigue llamando la atención. Con lo que quedaría atrapada con esa primera frase trampa, que he remarcado en negrita.

Unas palabras que son piezas de imanes que te encadena a los primeros párrafos, por que la persona que habla es un hombre que confiesa que ha muerto, y, sin embargo, tenemos el diario que ha escrito. En ese momento, la pregunta que cualquiera se va a hacer es la siguiente, ¿cómo es posible que nos esté hablando alguien que ha tenido una muerte absurda y evitable?

II

Desde una perspectiva técnica, la primera frase de Rowland es el inicio de novela que cualquier autor desearía escribir. Una suma de palabras que llama la atención y nos atrae hasta el umbral de la entrada. Una vez allí, nadie se resiste y cruza el dintel para estar al lado de los personajes. Ante esa decisión, somos observadores invisibles y silenciosos que permaneceremos entre esas páginas hasta el final. Esa sería y es la reacción más natural para quien lea los primeros párrafos de Culpable, y para editores y cualquier escritor que valore su trabajo; y Rowland lo ha logrado.

En mi oficio, es necesario tener una visión muy crítica para valorar un manuscrito y el resultado. Habilidades que van más allá de lo aprendido en la universidad, y que requieren de una percepción profunda que intuya si el público aceptará o no la novela de un autor desconocido. Y en mi doble rol de correctora y lectora, esa necesidad de seguir leyendo era para averiguar si las expectativas se cumplirían a través de los primeros capítulos que me habían pasado Noly Salgado y Teresa Fuentes.

Y he de decir que sí cumplieron mis exigencias. Cada frase y párrafo mantenía el mismo tono, frecuencia y matices de colores. El desarrollo del guion era perfecto. La extensión, los eslabones, las referencias culturales y algunas de las palabras utilizadas para las descripciones construían una narración sencilla y con ciertas pinceladas complejidad para la construcción de los decorados, ofreciendo fotograma a fotograma una nitidez visual y auditiva sin precedentes.

Alicia Bosch, fotógrafa y analista.

Cantabria, 17 de enero de 2024

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