Los primeros párrafos de Culpable están muy bien escritos y estructuran la trágica y apasionada historia de Izan y su chica, que leeremos a partir del cuarto capítulo. Antes, hay que leer las primeras páginas de Culpable, cuya voz narrativa es la del presidente de España, un miserable déspota y un cínico maniquí que no se merece mis respetos. Aun así, Rowland ha conseguido que empatice con un actor de tinta y papel que es una copia idéntica y muy distinta al original. Un trabajo filosófico y de documentación propia de un psicoanalista de finales del siglo XIX.
Rowland nos adentra en el pensamiento de un hombre arrepentido, que contemple a Penélope, una mujer triste y enigmática, o que esté en ese hotel construido con la brisa del Atlántico y las arenas del desierto del Sáhara, y que caminé por las estrechas calles de un pueblo costero pintado con acuarelas. Por estos motivos y algunos más, hay que darle una oportunidad a Culpable hasta llegar al capítulo cuatro. A partir de esas páginas, la novela adquiere una dimensión exponencial en la que cualquiera que conozca a Izan quedará hipnotizado por su magnetismo y sus secretos.
Anabel Centeno, analista y correctora.
Toledo, 1 de abril de 2024