Nadie va a negar que, desde una perspectiva sociológica y política, estamos viviendo desde hace años momentos surrealistas que han traspasado y corrompido los límites de la decencia en países con una democracia real. Y la culpa la tienen los socialistas con sus corruptelas, declaraciones contradictorias y socios del Congreso, que lo único que les interesa son sus nóminas y sus adeptos fanatizados, que les votan cada cuatro años para que se sigan riendo de ellos y de ellas.
Y nadie puede negar que Carles Puigdemont, es otro personaje literario. Alguien que, sin planificarlo, rompió los esquemas sociales de Cataluña y del resto de España, y tiró a la papelera su vida. Y es irónico que, si tanto amaba vivir en esa zona privilegiada del Mediterráneo, en la que se impone el catalán hasta para soñar, amar y odiar e incluso para rotular los letreros de los negocios, ahora lleve siete años fugado y viviendo en Bélgica, un país gris, frío y apático, con unas normas jurídicas que son ridículas y ofensivas para el resto de ciudadanos europeos.
Aun así, y gracias a los dos anteriores párrafos, con todo lo negativo que ha traído Carles Puigdemont y Asociados, Rowland tuvo suficiente material literario y contexto para comenzar a escribir Traidores. La primera novela con trasfondo político y personajes reales, que dejó en un cajón, hasta que pasaron los suficientes años, adquiriendo así una profunda perspectiva para terminar una novela interesante, atípica y a la vez explicativa e irreal.
Anabel Centeno, analista y correctora
Toledo, de febrero de 2024