La existencia de la novela que hace referencia al “piquito” más famoso del siglo XXI se la debemos a la “afectada”; pero también, a Irene Montero y sus “amigues”, que supieron ver una oportunidad única para construir un drama, hacer el ridículo y elevar lo sucedido en Australia, a la categoría de delito penal. Un piquito que, siendo mujer, lo veo inapropiado y sucio; porque el protagonista es un heterosexual y presidente de la Federación de Futbol, sin ningún vínculo romántico con Julieta.
Pero más allá, de los típicos comentarios en Twitter o las preguntas y declaraciones ante las cámaras, que ninguna periodista o las jugadoras hizo en su momento, la fugaz y desagradable anécdota, parece sacada de varios fotogramas de la última entrega de Torrente. Y si adquiero el rol de puritana por un instante, lo ocurrido en la entrega de medallas, debería de haberse quedado en una repentina e inapropiado acto de euforia, y no en la máxima amplificación de ese falso victimismo y de la hipocresía más repelente que caracteriza a las feministas radicales.
Pero Irene Montero hizo para lo que está programada: sacar beneficio económico y político de cualquier tema y acontecimiento. Y en su momento, aunque Rowland era un observador apático y neutral que estaba terminando de escribir Culpable, almacenaría suficiente información para que, seis meses después, decidiera forjar la novela, por la que será crucificado por las feministas más fanatizadas. Y sin importarle los riegos, Rowland nos ha demostrado una vez más que es valiente y que su oficio es escribir textos literarios, a pesar de las consecuencias y de las lágrimas venideras.
Noly Salgado, editora.
Denia, Alicante, 9 de febrero de 2024